Yo y mis más íntimos secretos... no siempre nos llevamos bien.
Yo con mis ganas de ser trivial sin ser trivial.
Con mis ganas de ser profunda sin ser profunda.
Yo y todos mis retos. Yo y mis sentimientos, yo sin ellos
Yo sin mi voz. Yo sin mi maldita voz.
¿De qué hablo ahora? ¿Quién querrá escucharme? ¿A quién contaré estas cosas absurdas?
¿Quién me consolará? ¿Quién podrá consolarme?
¿Quién me dejará ser egoísta? ¿Quién podrá entenderme?
¿Quién es sus manos me alzará y me dará alas?
¿Quién me escuchará sollozar las madrugadas?
¿Quién sostendrá mi pelo mientras vomito las borracheras?
¿Quién no me juzgará?
¿Quién oirá mis más penosos, dolorosos y privados secretos?
¿Quién me consolará?
¿Quién me será libre como el agua? ¿Quién me será seco como el desierto?
Nadie sabrá. Nadie nunca sabrá
¿Quién con sus manantiales me mojará? ¿Quién me sazonará? ¿Quién me besará?
...
Y al fin llegará el que me escuchará.
Sin salir de la habitación me hará sentir tan segura como que el mundo gira, como que el tiempo pasa, como que el sueño pesa.
Seremos amantes fugitivos, refugiados de alguna guerra y yo aprovecharé y le susurraré mis secretos al oído.
El se reirá, seremos íntimos
y nada saldrá de este cuarto.
Me protegerá y andaremos juntos
como que inseparables son las almas
como que fría es la mañana.
Y seré egoísta, y él será egoísta.
Nos contaremos fantasías y las llevaremos a cabo
y tendremos nuevas, nuevos sueños, aterradores y tiernos.
Y dormiremos en el suelo y levitaremos en la tierra
y sentiremos el frío férreo que da en los huesos
y viviremos en la algarabía de ser
y llorará, yo lo consolaré
y los papeles se invertirán.
...
El se irá.
Yo me quedaré sorda y me quedaré muda, mis sentidos se irán tras él
y sólo su sombra me quedará.
Solo lo veré marchar
y como en mis antiguos sollozos volveré a ser la misma.
En el capullo tibio de la soledad viviré
y pasarán mis días, y me verá morir.
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