martes, 31 de julio de 2012

La historia, parte I: Lágrimas

No estaba bien. Caminó deprisa por entre las sombras que producían los arboles frente a los faroles para que nadie viera las lágrimas que caían de sus ojos.
Esa noche había aprendido que se encontraba totalmente sola a pesar de vivir en una ciudad donde las personas se hacinan hasta en los lugares mas absurdos.
Levantó la mano para pedir un taxi pero recordó haber vaciado sus bolsillos en la cama de aquel charlatán. Bajó la mano y se secó las lágrimas.
Caminó por media hora, entre el mar de gente hasta llevar cansada y sudada a la puerta de su pensión. Se sentó en la entrada y escuchó el ruido de los carros, los rumores televisivos lejanos y alguna que otra doña aporreando a alguno de sus siete hijos.
Ahí soltó su ultima lágrima.
No lloraba por la mala experiencia que había tenido esa calurosa noche de verano. No lloraba por las esquinas oscuras que tuvo que atravesar sola con temor a ser violada por un maleante cualquiera. No lloraba por el apagón en el barrio o porque no había llegado el agua desde hace dos semanas.
Lloró por la impotencia. Lloró por el estrés acumulado todos esos años. Lloró por lo estúpida que se sentía llorando por las calles y frente a aquel tipo. Lloró porque no tenia una razón para llorar. Lloró por placer, lloró por puro placer.
Cuando por fin sus lágrimas dejaron de brotar se sintió más limpia y optimista. No tuvo miedo al ratón que pasó por entre sus piernas mientras estaba ahí sentada. No se sintió amargada por los días que pasaban sin pena. No se sintió inquieta porque su camino no parecía llegar a ningún lugar.
Solo necesitaba llorar, alguien diría que para limpiar sus ojos como quien tira unos cubos de agua sacando el polvo del piso.
Se sintió segura de solo dos cosas esa noche: de los pequeños gruñidos de su barriga hambrienta y de lo feliz que se sentía porque hacia mucho tiempo que no tenia una noche tranquila, lo cual era augurio de que las lágrimas no se asomarían por allí en mucho tiempo.

lunes, 23 de julio de 2012

Lo absoluto

El la esperó en la puerta de su habitación. Después de haberla observado por semanas no le quedaba más que aventurarse y hablarle.
Ella lo invitó a pasar. Se había sentido observada desde hace unos días y le gustaba. No sabía mucho del amor pero sí sabía de los hombres y las mujeres, del karma y su perrería.
Le sirvió una cerveza y le prendió un cigarrillo.
- Sabes que te observo, sé que lo sabes. Me gusta verte desde mi ventana. Te observo mientras te bañas. Estas tan serena y sin embargo la amargura se destila por tus poros.
Ella lo miro con toda seriedad, un poco tonta, un poco anonadada. Una estruendosa carcajada rompió el calor de la noche.
- ¿Qué sabes tu de mi? ¿Qué tanto puedes ver desde tu ventana?- le preguntó con  mas asombro que curiosidad.
- No veo mucho, pero me gusta lo que veo. Eres bella, te amo desde mi ventana, es la verdad.
Nunca se le había visto tan de cerca, tan humana. Nunca nadie había estado tan cerca de descifrarla. Nunca se había sentido tan deseada. Había tenido otras experiencias similares pero ninguna tan tortuosa y fugaz como esta. 
- Te amo, es la verdad
- La verdad es relativa, la verdad no existe. No existe la verdad en donde vengo.
- No existen mujeres tan hermosas como tu de donde vengo yo. Solo hay dos verdades absolutas en el mundo. Te veo y tus ojos son la verdad mas absoluta que conozco.
- El amor no es real, eso es absoluto. Bésame y acabemos con esto de una vez.
Se hundió en su beso hasta el amanecer y al despertar se vio sola, mojada y desnuda como cada mañana. Las colillas y las botellas fueron la prueba insuficiente de un encuentro que pudo ser verdad o pudo ser mentira.
Nunca lo volvió a ver, el no la llamó, sin embargo, en su corazón se encendió la llama del pesar y del alivio porque nunca supo lidiar con relaciones que sobrevivieran mas de una noche.