miércoles, 28 de noviembre de 2012

Los hombres que no amaban a las mujeres

Había tratado por todos los medios de contactarlo. Su última conversación había desembocado en una acalorada discusión que todavía le dejaba un amargo sabor en la boca. Su ansiedad aumentaba con cada minuto que no obtenía respuesta. Por las noches lamentaba haber sido tan necia, haber dicho aquellas cosas imperdonables.
 
Otros la habían abandonado por agravios menores, otros la habían desechado. Este era diferente, eso quería creer. Estaba segura de que él la amaba, de que en cualquier momento la llamaría justificando su larga ausencia.
 
El sonido del timbre la sacó de su letargo y, con el corazón en la mano y la esperanza reavivada, se precipitó a abrir la puerta.
 
Era su suegra.

martes, 27 de noviembre de 2012

Cansada y harta de escuchar lo mismo por las cuatro esquinas.
SI, mil personas pueden estar equivocadas. Un millón puede pensar que está en lo correcto y no estarlo. No soporto a quien viene con el cuento de que para tener éxito hay que adaptarse a algún molde prefabricado por manos consumistas y mezquinas. No lo acepto y no lo aceptaré. Esos consejos y afirmaciones siempre me han dejado un mal sabor de boca y desde niña he aborrecido al que me viene con la misma cantaleta.
En esto no vale ni madre, ni padre, ni hermano, ni tío, ni sobrino. Nadie puede saber más de una vida que quien la vive. Nadie puede imponer sus gustos y preferencias en el otro. La única razón por la que los cánones hoy establecidos existen es porque las masas los aceptan, los manejan y los veneran.
 ¿Y qué si me gusta mi piel? ¿y qué si me gustan mis facciones, mi fenotipo de negra caribeña que le gusta el sol, ama la playa y se contonea? ¿Y qué? ¿En qué libro desgraciado está escrito que cada ser humano debe ser igual al otro? ¿Acaso no existe la diversidad en la naturaleza? ¿Acaso no son las flores distintas de sus iguales? Tengo mi derecho inherente de pensar diferente y si así lo considero, nadar contra la corriente. Todo lo cuestiono, todo lo pienso, todo lo opino. No entiendo el conformismo. ¿En qué momento de la vida es que se pasa de ser libre a ser esclavo físico y mental del sistema? ¿En qué plano de la existencia se crean los regímenes opresores del pensamiento? ¿En que patio cualquiera comenzamos a seguirlos?
Confieso que estoy harta y hastiada de escuchar boberías. Confieso que puedo perder la cabeza si a mis oídos llega otro comentario azaroso. Confieso que no sabré contenerme y que muy posiblemente provoque una desgracia que muy probablemente involucre una pardi'a con un palo. Si usted anda conmigo en ese momento, o me quita el palo o me ayuda a golpear.

Labios rotos

Labios asesinos y embusteros.
Labios tristes que ya no son para mi, que ya no llaman mis besos.
Ya no sueñan mis caricias.

Labios necios que se esconden.
Sus esquinas son como espinas que maltratan, vidrios que lastiman hondo.
Labios que ya no son para mi, que ya no atrapan mis miradas.
Ya no sueñan mis caricias.


Labios sucios, azarosos.
La malicia desborda sus comisuras. Muerden y desgarran.
Labios que ya no son para mi, que ya no viven mi fuego
Ya no sueñan mis caricias.

Labios rotos

domingo, 25 de noviembre de 2012

lunes, 5 de noviembre de 2012

Con el fuego en las caderas

Déjame, tómame, haz algo conmigo.
No te quedes inmóvil en esa esquina dándome miradas de decepción.
Insúltame, golpéame mas no te quedes callado
Písame, fúmame, estrújame
bésenme tus labios con la miel del fuego
atrápame y pégame a tu vientre desnudo, caliente, melancólico.
Mis huesos se vuelven leña anhelando tus suspiros
perdona, no me dejes que mi corazón se apaga.
Dame por lo menos el remedio para las noches frías en que tus labios no tocaran mi espalda.
Dime como se atrapa el aire que se cuela entre los dedos.
Dame de tu magia, precioso.
Mátame con tus palabras mas no con tu silencio.
Báilame ese son acompasao en las caderas.
Vete y vuelve, golpea mis entrañas con furia
echame tu hechizo como si yo fuera negra
que en nadie encontrare yo el fuego que me das, moreno.
Déjame jamás tu pelo rizo cenizo
déjenme jamás tus ojos miel