Se levantó temprano y no hizo nada en todo el día.
El negocio había estado tranquilo, demasiado para su gusto. Aparentemente nadie estaba interesado en libros de novedosas posiciones sexuales, veganismo y otras tendencias de esta era.
Hacia mucho calor.
La sutil brisa húmeda que se colaba por la rejilla de la puerta le hizo entender que la mala economía de los últimos años la había por fin alcanzado. Eso y la falta inexorable de clientes.
Respiró profundo.
Miró sus grandes estantes, llenos de tanta información, repletos de tanta cultura, personajes e historias como el Internet mismo y sintió vergüenza de que su sueño de adolescente se haya reducido a este pequeño espacio en una esquina cualquiera de la ciudad.
Ya nadie compraba sus libros.
Los únicos que se asomaban a la tienda eran los chicos hipsters modernos, los cuales solo hojeaban, se quedaban la tarde y salían con las manos vacías.
No había esperanza para sus sueños en esta ciudad.
Pronto tendría que donar todos esos libros a alguna biblioteca que los quisiera, como si eso fuera posible.
Se incorporó en la silla tras el mostrador que la sitió apoyarse abatida, cansada y sola todos esos años. ¿Dónde fue la juventud? ¿Dónde fueron sus fuerzas? ¿Dónde está la novedad, lo fresco, lo auténtico?
¿A dónde fue la mujer que le daría el beso todas la buenas noches? ¿Quién se llevó al perro que la saludaría con alegría al verla llegar cada tarde? ¿Quién se robó la esperanza? ¿Quién se le robó la vida?
Todas estas preguntas pasaron por su mente y la desconectaron de la realidad hasta que la campana de la puerta que anunciaba la llegada de otro hipster con ganas de leer todo y no comprar nada la devolvió al sitio que había hecho su espacio todos esos años.
La rutina se desbordó de su cause y se repitió y se repitió como un círculo infinito de desesperanza, como una llamada de auxilio, hasta que sus días se hicieron cortos y se secaron de emoción.
¿Deprimente?
si, pero ¿y los libros?
¿Dónde se fue la esperanza de esos pobres bastardos nunca leídos y nunca comprados?
Hay quien diría que su historia es más triste aún.
Triste porque hablan con las voces de los nunca escuchados.
Triste porque no tienen piernas para huir.
Triste porque no tienen piernas para huir.
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