Ese día nublado del mes de mayo la hizo desear una y mil veces no levantarse de la cama.
Abrazó a su pareja de esa madrugada y sintió su respiración al pegar la oreja izquierda a su espalda desnuda. Los días lluviosos habían servido solo para desatarle las ganas de dormir irremediablemente.
Abrazó a su pareja de esa madrugada y sintió su respiración al pegar la oreja izquierda a su espalda desnuda. Los días lluviosos habían servido solo para desatarle las ganas de dormir irremediablemente.
Suspiró hasta lo más hondo e hizo un esfuerzo digno de una madre paridera para desenredarse de las sábanas y se arrastró con todas sus fuerzas y sus ganas al raquítico baño donde varias cubetas y un tanque lleno de agua la vieron asearse.
Deseó que el desconocido se hubiera marchado para cuando saliera; Deseó que ese día fuera sábado, no martes; Deseó muchas cosas pero como en las historias de la vida real, nadie escucha las silentes plegarias de los menos agraciados.
Semidesnuda se dirigió a la desordenada mesa llena de botellas y cenizas, hizo un café y prendió su primer cigarrillo en varias horas; El desayuno más nutritivo del mundo; Un desayuno directamente proporcional a las maravillosas cosas que le esperaban en el día.
Ahora todo se reducía a esto: El cálido café casi amargo hecho para despertar a los muertos, el humo picante del cigarrillo, y la cama desarreglada cuyas sábanas tiernas y sofocantes todavía cargaban a su última victima.
Vistió sus libras casi inexistentes -como su capacidad misma para conservar una sombrilla por más de dos días- y no tuvo otro remedio que cruzar palabras con el no identificado hasta el momento.
-Levántate, ya me voy -los segundos pasaron sin respuesta alguna-.
-Despiértate, coño que se me hace tarde.
Sus acostones favoritos eran los que se despertaban aun de noche y la dejaban amanecer sola. En el pasado no habría tenido estos problemas pero ya que sus estándares para elegir compañía habían decrecido junto con su capacidad adquisitiva, no le quedaba más remedio.
Todo se redujo a esto: el charlatán que no quería dejar su cama y la lluvia empapando las posibilidades de que llegara temprano a su destino.
No, todo se redujo a las inmensas ganas que le dieron de unirse a él, quien sea que fuere, y dormir juntos hasta pasada la tarde.
No, todo se redujo a las inmensas ganas que le dieron de unirse a él, quien sea que fuere, y dormir juntos hasta pasada la tarde.
Si no puedes con ellos, uneteles, y se metió a la cama, deseando que el poder divino hiciera pasar desapercibida su ausencia en el trabajo, aunque fuera solo por unas horas.
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