sábado, 1 de diciembre de 2012

A veces, la vida es lo que pasa

Cuando desperté la encontré parada junto a la ventana, fumando un cigarrillo y mirando hacia el exterior entre las cortinas oscuras. Su silueta a contraluz se hacía más viva y real. Ver como se arqueaba su espalda desde la zona alta de sus nalgas era mi parte favorita del día.
Ella se volteó y me atrapó observándola. Nunca la había visto tan hermosa. Siempre me parecía más atractiva después de hacer el amor.
Vuelve a la cama, le dije con mi voz soñolienta. 
Por complacerme y sin decir una palabra terminó el cigarrillo y se abalanzó a mi lado entre las sabanas.
-¿Sabes?, -me dijo sin preámbulos- después del sexo las conversaciones cobran mayor importancia. De nada valen los Te Quiero desbocados de a punto de climax. Lo verdadero sale a relucir cuando el cuerpo está satisfecho de amor y estar pegado al otro es lo que más ansías.
Cuando terminó de hablar yo estaba con la mirada perdida en las filtraciones del techo y no me había percatado que se había volteado hacia mi y me sonreía atontada.
Todavía se me eriza la piel cuando pienso en sus ojos, en su piel y el olor a aceitunas negras que emanaba de su pelo lacio y que combinaba perfectamente con su sonrisa  de mar.
Después de esas palabras no pude más que asentir con la cabeza y lamentarme internamente. Sabía lo que significaban. Lo nuestro era lujuria, deseo, y ella siempre había querido algo más, algo que yo no podía darle. Estos encuentros de meses habían llegado a su fin y sin duda nadie estaba seguro de lo que nos deparaba el futuro. 
Nos miramos a los ojos y sonreímos regodeándonos en la complicidad de nuestros pensamientos.
Está de más decir que no nos volveríamos a ver jamás.  
La esquina de mi habitación donde colgaba su ropa sigue desierta, como a la espera de verla llegar con su sonrisa de oreja a oreja y su jovialidad juvenil. El pasar de las estaciones no me ha traído más que el añejamiento de los recuerdos de aquellos días y en paz sigo a la espera de que funcionen en mi la costumbre o el olvido.

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