Te extraño. No sé cómo pueden quedarme sentimientos después de haberte llorado tanto. ¿Pueden los ríos secarse alguna vez? Así de seca y desolada está mi alma, una cuenca agrietada llena de piedras que no sirven para nada.
Las piedras están solas aun estando acompañadas. Buscan en las demás tu aliento pero terminan por ser defraudadas. Solo son piedras, sentadas en la arena seca y compacta.
Te veo de lejos y no sé cómo llamarte. La voz no me canta ni se estremecen mis cuerdas. Te sigo y te alejas, te vas feliz cantando y me partes el alma.
No estás solo como yo, no hay viento en tu interior, no se caen tus hojas. Mientras tanto el frío me quema una y otra vez como un tizón de puro fuego.
¡Ah! se me olvidaba, las piedras no se queman por el frío ni se desesperan por la ausencia, así que me quedo inmóvil que es mucho peor, sin nada que decir, sin nada que agregar, extrañándote más y más mientras duermes plácidamente a mi lado.
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