Somos niños que corren entre palmeras durante un día soleado de juventud.
Somos niños que comparten juegos y juguetes, inocencia perdida sin saberlo en los pasillos de un arenal carcomido por agua de sal, palmeras y turistas.
Somos niños, amor, por siempre, en esta vida que no terminamos de entender, con una muerte que no terminamos de aceptar, porque niños nacemos, y niños morimos, queramos aceptarlo o no.
Somos niños, amor, y, ¿con quién jugaría sino contigo? ¿con quién compartiría sueños dibujados en la arena que la marea lamerá en un ratito? ¿con quién mi vida pendería de un hilo, de una hebra de cabello, de un hueco entre dos dientes, del área de contacto de una caricia?
Somos niños, amor. Subamos al cocotero, al mango, al limoncillo. Seamos niños, y corramos entre las sombras del ocaso pretendiendo ser invisibles, invencibles.
Soy tu niño, amor. Eres mi niña. Te amo con ternura, te cuido con celo. Me inspiras, y eso vale oro.
Niños, sí, niños, que se besan a la sombra pesada de las palmas, que matan el sopor de las dos de la tarde chapoteando agua, bajando al paso la jartura de pescado frito con limon y yaniqueques… niños felices meramente con la compañía del otro, dispuestos a seguir adelante juntos, sin mirar atrás y sin dudar, a perseguir el pedacito del mundo donde el Cielo y el Mar se tocan allá a lo lejos. Y no nos detendremos hasta conseguir nuestro propio lugar bajo el Sol.
Te amo.
-iajrz
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