El la esperó en la puerta de su habitación. Después de haberla observado por semanas no le quedaba más que aventurarse y hablarle.
Ella lo invitó a pasar. Se había sentido observada desde hace unos días y le gustaba. No sabía mucho del amor pero sí sabía de los hombres y las mujeres, del karma y su perrería.
Le sirvió una cerveza y le prendió un cigarrillo.
- Sabes que te observo, sé que lo sabes. Me gusta verte desde mi ventana. Te observo mientras te bañas. Estas tan serena y sin embargo la amargura se destila por tus poros.
Ella lo miro con toda seriedad, un poco tonta, un poco anonadada. Una estruendosa carcajada rompió el calor de la noche.
- ¿Qué sabes tu de mi? ¿Qué tanto puedes ver desde tu ventana?- le preguntó con mas asombro que curiosidad.
- No veo mucho, pero me gusta lo que veo. Eres bella, te amo desde mi ventana, es la verdad.
Nunca se le había visto tan de cerca, tan humana. Nunca nadie había estado tan cerca de descifrarla. Nunca se había sentido tan deseada. Había tenido otras experiencias similares pero ninguna tan tortuosa y fugaz como esta.
- Te amo, es la verdad
- La verdad es relativa, la verdad no existe. No existe la verdad en donde vengo.
- No existen mujeres tan hermosas como tu de donde vengo yo. Solo hay dos verdades absolutas en el mundo. Te veo y tus ojos son la verdad mas absoluta que conozco.
- El amor no es real, eso es absoluto. Bésame y acabemos con esto de una vez.
Se hundió en su beso hasta el amanecer y al despertar se vio sola, mojada y desnuda como cada mañana. Las colillas y las botellas fueron la prueba insuficiente de un encuentro que pudo ser verdad o pudo ser mentira.
Nunca lo volvió a ver, el no la llamó, sin embargo, en su corazón se encendió la llama del pesar y del alivio porque nunca supo lidiar con relaciones que sobrevivieran mas de una noche.
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